El plagio literario y el Remake
©José
Díaz- Díaz
Si no me equivoco, lo concerniente al Plagio Literario lo tenemos
básicamente claro. Es un burda y
descarada copia de un material escrito, que el plagiario lo publica haciéndolo
pasar como propio. Al comparar los dos textos y comprobarse la identidad o
similitud esencial de los mismos, concluimos en que la comisión del delito es
un hecho. Si en efecto este es el caso, nos encontramos ante la presencia de un típico y vergonzoso robo de propiedad
intelectual, punto.
Pero
cuando hablamos del Remake literario,
nos estamos refiriendo a otra cosa. A una técnica más bien sofisticada que
involucra un sinnúmero de aspectos que tienen que ver con la manera como el
autor se posiciona y encara su oficio de escritor. Quizás el nombre de Remake nos suene un poco novedoso—a
anglicismo impuesto por la moda— pero el ejercicio de lo que el concepto
involucra no lo es tanto. Si extendemos
su significado y aceptamos que es
una reescritura de un texto, encontraremos en la historia de la literatura un sinnúmero
de ejemplos sobre esta práctica que es totalmente aceptada y que, sin lugar a
dudas, tipifica el natural desarrollo y retroalimentación del fenómeno de la
creación literaria. Ya lo afirmaba Jorge Luis Borges cuando dijo que hay un solo y único libro universal que se escribe desde siempre y para siempre. Dicha afirmación encaja
perfectamente en ese principio rector de la cultura y
el conocimiento: “lo nuevo siempre se construye a través de lo viejo y de lo
ajeno”.
Sin embargo, no todo el mundo acepta estas premisas como ciertas. Para la
muestra, les cuento (a quienes no lo sabían) un dato curioso y paradójico: la
viuda de Borges, María Kodama en fecha reciente
logró hacer retirar de las estanterías españolas—apoyada según dice en
el consejo de su abogado—el libro del gallego
Agustín Fernández Mallo, titulado: El
hacedor (de Borges), Remake. El contrasentido de la acción ejercida por la
<<custodia del legado borgiano>> se encuentra en que fue justamente
Borges quien practicó, fundamentó y explicó el sentido del fenómeno literario
entendido como un único cuerpo vivo que se desarrolla y expande en la Historia
desde adentro, desde su propia materia (copia repetitiva de los mismos temas,
tiempo y espacio, etc.). En este sentido la Originalidad como tal, no existe.
“todo es literatura de segunda mano”, afirma Borges. De todas maneras la
originalidad, entendida de este modo, quedaría reducida a la manera como se narra, como se enuncian y transmiten los temas. Es decir, al punto de
vista, al enfoque, al tono con que el autor maneja la emoción de su voz.
Digamos que la substancia matriz de la
materia literaria parece venir de un solo tronco. Así se deduce cuando entendemos a cabalidad el concepto de INTERTEXTUALIDAD. Mario Capasso en su
artículo El libro infinito,
refiriéndose a las técnicas utilizadas por Borges, lo describe así: “Con las
diversas formas de intertextualidad utilizadas, ya se trate de la inserción en
la trama de citas verdaderas o falsas o la remisión a libros imaginarios o
reales, Borges nos da en varios de sus relatos la impresión de contarnos un
cuento donde nos señala a su vez cómo se escribe un cuento. La intertextualidad
en Borges sirve además para justificar un relato y hacernos ver que la historia
de la literatura universal no avanza en forma cronológica o lineal sino que se repliega sobre sí misma y se
convierte en un tejido donde los precursores se convierten en discípulos. «El
plagio» se transforma en re-escritura adaptada a un nuevo contexto histórico y
social. Así el lector o receptor productivo transforma la obra en otra de su
autoría, indefinidamente, ya que se destruye el mito de la propiedad exclusiva de un texto. Prima en Borges la
invención, la imaginación, el sueño creador del escritor entendido
esencialmente como lector. Ejemplo de ello es la biblioteca infinita de Tlon en donde todo es anónimo, en donde
los personajes se leen a sí mismos y nosotros, lectores, somos también
personajes porque alguien nos lee. Lo real es cuestionado. En conclusión: no
hay autor ni texto original. Se establece una ley de recurrencia infinita.
Sea como sea, el escritor proclive a
utilizar estas técnicas y procesos de elaboración de su narrativa apoyados en
la reelaboración, la reescritura, el remake y la intertextualidad, es
consciente de su voluntad transgresora y de su afán por involucrar sus propios
textos con y en la matriz de ese árbol literario que, como en un manuscrito que
contiene vestigios de palimpsestos frescos y antiguos, se suma a la
construcción del libro universal.
De este modo, vamos entendiendo el
valor literario de versiones y adaptaciones de gran trascendencia tales como el
Ulises de Joyce inspirado y elaborado
a partir de la estructura de la Odisea de Homero. Y por qué no, redescubriendo
la génesis del Quijote de Cervantes, inspirado y elaborado a partir de la
estructura de los libros de caballería de su época. Entonces nos hallaremos más
a gusto leyendo a Goethe y Thomas Mann cuando hacen lo propio con el viejo personaje de El
Fausto. Pero ¡Ojo! que no es nada fácil reelaborar una obra clásica ni jugar con los temas tratados por los grandes
maestros, porque para caer en el << refrito>>es
muy fácil, además de penoso.
Hay que hilar finito cuando nos decidimos a
retomar una obra para construir la nuestra a partir de ella. Recordemos el caso
de García Márquez quien logró una obra inmensa de esplendida riqueza y
tonalidad lúdica como lo es Cien años de
soledad, a partir de trazos y rasgos de ¡Absalom, Absalom! de William Faulkner; pero no así con Memoria de mis putas tristes (2004),
donde al confrontarla con La casa de las
bellas durmientes (1961) de Yasunari Kawabata (obra que lo inspiró),
echamos de menos esa magistral escenografía y ambientación creadas por el Nobel
japonés, esas descripciones de tono poético que van más allá de lo sensorial y
de lo intelectual, esa honda sensibilidad para sugerir estados de ánimo sobre
temas tan determinantes en la condición del ser humano como lo son los de la
vejez y la muerte.
Ya que hemos tomado a Borges como
ejemplo para escudriñar sobre la técnica que nos ocupa, terminemos honrando,
ahora, el «vicio» de la lectura. Y más si caemos en la tentación de escribir
algún Remake. Todo gran escritor es
en sus comienzos un gran lector. Así lo
reafirma el maestro Borges cuando dice: “Que
otros se enorgullezcan de las páginas que han escrito, a mi me enorgullecen las que he leído”. Es
evidente que la práctica del préstamo intertextual, el retomar elementos preexistentes, el ensamble
de las partes en el todo inyectándolas de ideas nuevas vigorizan el nuevo texto,
le dan un valor agregado al universo
literario del autor y de paso, le abre la curiosidad al lector por conocer las
obras y autores involucrados en la densidad significativa de libro que lee. Es
preciso leer con exceso para aprehender la esencia de la literatura y para desarrollar las potencialidades del lenguaje.
Al final de cuentas, como pensaba Platón, quizás al realizar este ejercicio de
lectura y reescritura solamente estamos <<recordando>> algo ya preexistente en las cepas profundas de
la vida ya sea real o fantástica.
Fundacionlacaverna.blogspot.com







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