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  Cómo distinguir entre un buen libro y un bodrio

© José Díaz-Díaz

Director de La Caverna, escuela de escritura creativa

joserdiazdiaz@gmail.com

 


Para sopesar con ecuanimidad la calidad literaria de una obra se deben seguir algunos lineamientos que ayuden a despejar las dudas y confusiones que existen al respecto. Es evidente que en lo que va corrido de este siglo marcado por innovaciones profundas en el área no tanto de contenidos sino de la forma como se escribe, se hace particularmente difícil señalar con seguridad la calidad de un escrito literario.

 Y es que, hasta hace unos años eran las editoriales quienes tenían la última palabra ya que se apropiaban del derecho a indicar cuáles obras debían ser publicadas. Con el advenimiento de la autopublicación, paralelo al fenómeno de los avances de la tecnología digital (Amazon, por ejemplo), estas empresas privadas perdieron el privilegio del monopolio.

Pero, vamos entonces al meollo. Voy a exponer en síntesis apretada unos puntos direccionales que quizás ayuden a develar los secretos estructurales al interior de una obra para que esta se nos revele consistente y bien lograda.

1-Uno de los criterios consiste en captar y calificar la profundización que el autor logre en su escrito basándose en la relación inseparable entre el contenido (sobre qué escribe) y la forma (el cómo lo escribe).

2-El manejo del Lenguaje y el vocabulario debe ser relevante y concreto para que comunique las inquietudes existenciales más sentidas y sustanciales del ser humano. Lo banal y anodino es considerado basura literaria. El símbolo y la connotación deben acompañar el sentido de la comunicación literaria para que esta sea considerada como tal. El lenguaje transaccional no tiene ese plus que uno espera encontrar en la obra artística.

3-El logro de conseguir un texto que contenga varios niveles de sentido, nos indica la presencia de una narrativa densa, alegórica y rica en mensajes y significados.

 4-La Trama no solo debe ser una transmisión de sorpresas sino que debe ser una sucesión cada vez más emocionante de descubrimientos (de desvelamientos repentinos), o de momentos de comprensión narradas dentro de una estructura novedosa enriquecida con un manejo innovador de los tiempos, una escenografía espectacular y una atmósfera interior acogedora. Demás esta decir que los personajes deben ser totalmente creíbles y verosímiles.

5-Otro de los criterios es el de comparar la obra que se está evaluando con algunas obras clásicas de la literatura universal que se enfoquen en el mismo tema y similares personajes. Si aguanta la comparación es un buen signo de que estamos en presencia de algo importante. Se puede deducir que una obra tiene deficiencias cuando al compararla con otras de su mismo estilo (temática, punto de vista similar, etc.) saltan a la vista los logros de aquellas y la mediocridad de esta.

6-Un texto que genera discusión, que invita a conversar sobre él, a polemizar sobre algunos de los temas planteados, punto de vista o manejo de personajes; a ser reseñado y a escribir artículos que espontáneamente lo analiza o lo compara con otros, nos indica que el libro posee elementos de consistencia literaria.

7-Si la obra en cuestión invita a ser releída en distintas oportunidades (las obras clásicas lo son porque nunca pasan de moda), y en cada relectura se descubren elementos que antes no se habían tomado en cuenta, indica que el material tiene consistencia y riqueza expresiva. Si el texto no aguanta una segunda lectura y da pereza volver a abrir el libro, este no es un indicativo halagüeño.

8-Es muy importante captar las <<pretensiones de la novela>> y los logros alcanzados. Hay algunas de largo aliento que pretenden condensar toda una época o expresar una cultura nacional determinada. Hay unas que desean expresar el concepto de Tiempo en la mente humana o del Espacio psicológico como única realidad. Hay otras que quieren expresar el sentir de una generación y sus conflictos. Otras que solo pretenden contar vivencias regionales, locales, personales etc. Será necesario, entonces, sopesar el manejo de los elementos y artificios con los cuales el autor logra acercarse a su objetivo y contemplar el efecto total de su creación.

9-El factor de consistencia temporal, añejamiento y madurez, es un rasero muy importante para medir la calidad. Si el texto mantiene el vigor originario y toda la frescura del momento en que fue escrita es porque el autor consiguió crear una materia viva sustentada en la autonomía de un lenguaje de un poder atemporal.

10-Tanto la temática como la técnica narrativa del texto en cuestión deben aportar algo a la corriente o movimiento literario universal del momento en el cual se publica la obra. Debe mostrar alguna novedad o postular algún cambio así sea a contracorriente del status literario del momento. El autor debe convertirse en escritor señero. Si no hay aporte y no agrega algo a lo ya conocido, la obra va al olvido en el cajón de lo intrascendente.

11-Una buena obra literaria, tarde o temprano llamará la atención de la Crítica Académica y será objeto de algún Ensayo, de Reseñas Literarias, de notas especializadas (ajenas al comercio del libro) y a debates y tesis que exaltarán las bondades del escrito en cuestión.

12-La nueva obra debe ir más allá de lo posible y configurar un paradigma estético radical que sea capaz de conmocionar a lectores y escritores.

Hay autores muy prolíficos (veinte títulos o más), esto no es necesariamente garantía de calidad. La historia de la literatura nos señala autores de un solo libro o dos, que han alcanzado el nivel de clásicos. Basta con citar a Pedro Páramo de Juan Rulfo.

13-No nos dejemos influenciar al analizar los atributos de una obra por criterios de autoridad que el autor pueda mostrar, ajenos a la disciplina literaria (celebridad, político, periodista consagrado, presentador de televisión, etc.). Por el hecho de que el autor sea un triunfador en otra profesión no se colige necesariamente que lo sea en el campo de la literatura.

 14-Los reconocimientos y premios otorgados a un libro, por instituciones y concursos no comerciales pueden constituirse en un indicio favorable a la positiva valoración de la obra.

15- Distingamos entre un autor, un promotor cultural y un escritor. Un autor es todo aquel que escribe un libro, con calidad o sin calidad. Por lo general los autores dominan una profesión ajena a la literatura. Un promotor cultural se ocupa de promover y difundir obras de arte independiente de su calidad. Un escritor es quien ejerce el oficio literario como una vocación única y dedica el cien por ciento de su capacidad a imprimirle a sus escritos un sello de creatividad que lo hace artístico.

Si el Escritor fuera un músico, no habría ninguna dificultad para evaluar la calidad de su trabajo. Se es un buen músico o no se es. Se domina el instrumento, o no. En el campo de la literatura es más complejo el asunto de evaluación. Pero como en todo arte, el decantamiento de la obra y su permanencia en la memoria colectiva en el transcurso de los años, tienen la palabra final.

Y ojo con los bestseller o “éxitos de librería” que por lo general son unos bodrios sostenidos apenas por la fuerza de esa disciplina sin ética que se llama Publicidad,  cuyo objetivo no es más que vender sin absolutamente ningún criterio de calidad.

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